miércoles, 24 de septiembre de 2014

SUACHOKALI

(Náuatl)
Tatapouia ke ongaya se siuat kualtsin, ton mo namikti uan kipiak ome suapipilme, ton kitaya kijtouaya ke yejuan kuali yetoya iuan ni takauj, sayo ke panoke in tonalme yejua in siuat mo temoli se ikalayon ijkuak ki matik ni ueuet ki temo ne okse ueuet uan ki mikti, niman yajki uan amo ki matia kan yaskia.
Panokej in tonalme uan yejua mo  temoli oksekin kalayonyos uan mo tali peua ki kokouaya ni tsontekon keme jon kuatapoloskia, ki nemili ke ni suapipilme ki tasakuiliaya uan kin mikti.
Sayo mo malakachouaya, uan kijto se youak ke melak kiouia kin kuiyak tech ne ateno uan ompa kin akalakito.
Keman yekin ki chiuak ne miktilis mo yolkoko uan niman mo kuatapolo, nemia ni selti, amo akin ki nojnotsaya, uan amo takuaya, sayo ijkon tokotsietoya uan taixixtoya. Sayo ke ijkuk mixkiouia kisaya ijsiujka nejnemiti ne ateno, uan ijkon koujtsajtsiaya ki temouaya ni koneme, yejua melak chokaya uan ne takame mo majmoutiaya ke kakia.
Ijkuak mik nijin siuat, no tonal amo kuali yetoya uan mo nextiaya tech youak ne ateno, yoltsajtsi, chokaya uan mo yolkokouaya ika i koneme ke kin mikti, miake takame kijtouaya ke ijkon kijtouaya.
Keme na mech ilij, in siuatchokalis ki ueyi ixmati tech ne miakan.
Nijin siuat sayo monextia nepa youak, ka itson majkautok uan ka i taken istak, koutsajtsitok ika i piluan....

The Moaning (La llorona en ingles)



In the wee hours of the night, when everything seems asleep and only the rude shouts are heard the drovers idle fueling their animals, farmers say that there, by the river, toward and away intervals, stopping at backwaters fresh serving of watery oxen and horses nearby, a plaintive voice attracts the attention of travelers. 

It is a woman's voice sobbing, roaming the river banks looking for something, something that has been lost and never find it. Frightens the youngsters who have heard, told by the grandmother withered lips, the touching story of the woman who lives in the pastures, breaking the silence of the night with his eternal groan. 

It was a poor peasant whose adolescence had slipped amid quiet listening welcome the cheerful birds that were swinging on the branches of fig trees. Left his bed when the rooster heralded the dawn, and headed for the river to fetch water with their earthen jars, waking, rising, cows resting on the road. 

I was happy loving nature; but once we reached the hacienda of the family pattern in the summer, the beautiful peasant could see the luxury and coquetry of the young ladies who came from San José. He made the comparison between the charms of those women and their own; saw that his body was as supple as the one, which had a pretty face, a smile trastornadora, and devoted himself to imitarías. 

As was industrious, the patron took his service and brought to the capital where, soon after, was corrupted by their partners and great vices that are in capitals, and the degree of debauchery in which they are absorbed by metropolises. He was seduced by a young man in those classrooms tone given to their culture and often completely drunk at dawn houses tolerance. When he felt he was going to be a mother, retired "from the capital and returned to her parents. Unbeknownst to his family gave birth to a beautiful little girl who threw quickly to the place where the river was deeper, in a moment of failure and fear of facing a parent or a society that acted that way. Then he went crazy and, according to the farmers, repentance makes now wander along the banks of streams always looking for the body of her daughter will never find. 

This sad legend, every day we see more often than ever, due to the growth of society, they are no longer rivers, but the latrines and septic tanks where respect for life has gone to another level, we suggests that we are required to further educate our children, to avoid regret and be more consistent with what surrounds us. Since that time, the traveler hears the river banks when in silent night through the forest, plaintive, heartbreaking and terrible birds that stop the blood. Moaning is searching for her daughter ...
The Moaning

La leyenda de la Llorona



En las altas horas de la noche, cuando todo parece dormido y sólo se escuchan los gritos rudos con que los boyeros avivan la marcha lenta de sus animales, dicen los campesinos que allá, por el río, alejándose y acercándose con intervalos, deteniéndose en los frescos remansos que sirven de aguada a los bueyes y caballos de las cercanías, una voz lastimera llama la atención de los viajeros.
Es una voz de mujer que solloza, que vaga por las márgenes del río buscando algo, algo que ha perdido y que no hallará jamás. Atemoriza a los chicuelos que han oído, contada por los labios marchitos de la abuela, la historia enternecedora de aquella mujer que vive en los potreros, interrumpiendo el silencio de la noche con su gemido eterno.
Era una pobre campesina cuya adolescencia se había deslizado en medio de la tranquilidad escuchando con agrado los pajarillos que se columpiaban alegres en las ramas de los higuerones. Abandonaba su lecho cuando el canto del gallo anunciaba la aurora, y se dirigía hacia el río a traer agua con sus tinajas de barro, despertando, al pasar, a las vacas que descansaban en el camino.
Era feliz amando la naturaleza; pero una vez que llegó a la hacienda de la familia del patrón en la época de verano, la hermosa campesina pudo observar el lujo y la coquetería de las señoritas que venían de San José. Hizo la comparación entre los encantos de aquellas mujeres y los suyos; vio que su cuerpo era tan cimbreante como el de ellas, que poseían una bonita cara, una sonrisa trastornadora, y se dedicó a imitarías.
Como era hacendosa, la patrona la tomó a su servicio y la trajo a la capital donde, al poco tiempo, fue corrompida por sus compañeras y los grandes vicios que se tienen en las capitales, y el grado de libertinaje en el que son absorbidas por las metrópolis. Fue seducida por un jovencito de esos que en los salones se dan tono con su cultura y que, con frecuencia, amanecen completamente ebrios en las casas de tolerancia. Cuando sintió que iba a ser madre, se retiró “de la capital y volvió a la casa paterna. A escondidas de su familia dio a luz a una preciosa niñita que arrojó enseguida al sitio en donde el río era mas profundo, en un momento de incapacidad y temor a enfrentar a un padre o una sociedad que actuó de esa forma. Después se volvió loca y, según los campesinos, el arrepentimiento la hace vagar ahora por las orillas de los riachuelos buscando siempre el cadáver de su hija que no volverá a encontrar.Esta triste leyenda que, día a día la vemos con más frecuencia que ayer, debido al crecimiento de la sociedad, de que ya no son los ríos, sino las letrinas y tanques sépticos donde el respeto por la vida ha pasado a otro plano, nos lleva a pensar que estamos obligados a educar más a nuestros hijos e hijas, para evitar lamentarnos y ser más consecuentes con lo que nos rodea. De entonces acá, oye el viajero a la orilla de los ríos, cuando en callada noche atraviesa el bosque, aves quejumbrosos, desgarradores y terribles que paralizan la sangre. Es la Llorona que busca a su hija…
La Llorona